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jueves, 20 de noviembre de 2014

Nacionalismos

La interpretación más extendida sobre el origen de los nacionalismos establece su inicio a partir del romanticismo y las revoluciones de 1848. Pero, ¿realmente existen desde hace menos de dos siglos? ¿O acaso no existía ya un sentimiento nacionalista en los albores de las primeras civilizaciones de Oriente Medio y Egipto?; bajo esta premisa se podría afirmar que éstos se llevan manifestando a lo largo de la historia del ser humano, desde que un primer  individuo tuvo el sentimiento de pertenencia a su clan o tribu frente a otro. Por ello a la hora de hablar de nacionalismos habría que remontarse más allá del siglo XIX.
La principal razón de este sentimiento o ideología está clara, siempre y cuando entendamos la naturaleza de las naciones.
¿Y a qué han llevado los nacionalismos a lo largo de la historia? El pasado nos muestra en mayor medida una ola de violentos levantamientos entre diferentes naciones o territorios de ellas, que creen o quieren estar separadas por unos límites territoriales a los que se hacen llamar fronteras.
Europa se compone de naciones y así ha sido durante siglos, haciendo que la idea de unión del continente sea una quimera difícil de lograr. El nacionalismo nunca será el principio de la construcción europea más bien lo contrario, y los europeos no parece que han aprendido la lección pues bajo la bandera del nacionalismo las guerras del siglo pasado casi consiguen destruirnos.
En el momento actual, debido a la crisis económica, está resurgiendo un fuerte sentimiento nacionalista dentro de Europa. País contra país y región contra región, aludiendo a razones históricas y culturales, cuando lo que realmente está detrás son mayoritariamente intereses económicos, que en vez de estar potenciando una ayuda entre europeos está dando lugar a un enfrentamiento entre ricos y pobres, entre deudores y acreedores, entre el norte y el sur, creando temores insalvables entre ciudadanos.  Una de las causas  es la educación errónea sobre las justificaciones de la crisis que nos asola, culpabilizando a “los demás” de todos nuestros males, arraigando sentimientos de antipatía o desconfianza que pueden, bajo la bandera del nacionalismo dañar irremediablemente la esencia del proyecto europeo.
Un gran ejemplo pudo ser la Alemania derrotada a la finalización de la I Guerra Mundial. Tras la firma del Tratado de Versalles, Alemania se vio sumida en numerosas sanciones, entre ellas las concesiones territoriales y las fortísimas indemnizaciones por los daños producidos a las potencias vencedoras. Esto conllevo a la aparición de propuestas populistas cuyo mayor exponente fue Adolf Hitler a través del partido Nacional Socialista, un nuevo líder que creó un sentimiento nacionalista de unificación a través de promesas de fácil convicción - dejar de pagar las sanciones impuestas, aspiraciones expansionistas, asegurar un crecimiento económico etc. -. Pues el país se estaba desintegrando y que ‘’mejor’’ forma de unificarlo que con un plan de reformas inviable pero capaz de convencer a la población. Este tipo de política se sigue utilizando de forma frecuente en nuestros días; debido a la gran crisis de nivel mundial han surgido grupos políticos que para llegar al poder proponen una serie de reformas muy convincentes aunque realmente sean irrealizables.
El mismo caso sucede con los territorios que quieren emanciparse de su nación, pues en diversas ocasiones aquellos que gobiernan en un territorio que quiere ser independiente, en vez de mostrar las ventajas o de plantear formas legales de gobierno para poder realizar una emancipación lícita se dedican a mostrar hechos culturales del pasado como excusa para una posible liberación de lo que ellos estiman como nación. Y la confusión se produce cuando se cree que unas líneas imaginarias hacen ser diferentes a unas personas nacidas en un territorio de las originarias de otro.

¿Y realmente somos tan diferentes? ¿Es tan diferente un alemán y un francés? ¿Un catalán y un castellano? ¿Un escocés y un inglés? La pregunta queda en el aire pues se lleva más de un siglo intentando encontrarla, lo que no cabe duda es que el nacionalismo como ideología política no nos deja indiferentes ¿Podrá Europa en algún momento de la historia salir de esa encrucijada llamada nacionalismo? La raíz del problema de los nacionalismos en Europa está en las propias naciones y sería igual de utópico decir una Europa sin ellas que una Europa con naciones pero sin conflictos territoriales entre ellos.