La interpretación más
extendida sobre el origen de los nacionalismos establece su inicio a partir del
romanticismo y las revoluciones de 1848. Pero, ¿realmente existen desde hace
menos de dos siglos? ¿O acaso no existía ya un sentimiento nacionalista en los
albores de las primeras civilizaciones de Oriente Medio y Egipto?; bajo esta
premisa se podría afirmar que éstos se llevan manifestando a lo largo de la
historia del ser humano, desde que un primer
individuo tuvo el sentimiento de pertenencia a su clan o tribu frente a
otro. Por ello a la hora de hablar de nacionalismos habría que remontarse más
allá del siglo XIX.
La principal razón de
este sentimiento o ideología está clara, siempre y cuando entendamos la
naturaleza de las naciones.
¿Y a qué han llevado
los nacionalismos a lo largo de la historia? El pasado nos muestra en mayor
medida una ola de violentos levantamientos entre diferentes naciones o
territorios de ellas, que creen o quieren estar separadas por unos límites
territoriales a los que se hacen llamar fronteras.
Europa se compone de
naciones y así ha sido durante siglos, haciendo que la idea de unión del
continente sea una quimera difícil de lograr. El nacionalismo nunca será el
principio de la construcción europea más bien lo contrario, y los europeos no
parece que han aprendido la lección pues bajo la bandera del nacionalismo las
guerras del siglo pasado casi consiguen destruirnos.
En el momento actual,
debido a la crisis económica, está resurgiendo un fuerte sentimiento
nacionalista dentro de Europa. País contra país y región contra región,
aludiendo a razones históricas y culturales, cuando lo que realmente está
detrás son mayoritariamente intereses económicos, que en vez de estar
potenciando una ayuda entre europeos está dando lugar a un enfrentamiento entre
ricos y pobres, entre deudores y acreedores, entre el norte y el sur, creando
temores insalvables entre ciudadanos. Una de las causas es la educación errónea sobre las justificaciones
de la crisis que nos asola, culpabilizando a “los demás” de todos nuestros
males, arraigando sentimientos de antipatía o desconfianza que pueden, bajo la
bandera del nacionalismo dañar irremediablemente la esencia del proyecto europeo.
Un gran ejemplo pudo
ser la Alemania derrotada a la finalización de la I Guerra Mundial. Tras la
firma del Tratado de Versalles, Alemania se vio sumida en numerosas sanciones,
entre ellas las concesiones territoriales y las fortísimas indemnizaciones por
los daños producidos a las potencias vencedoras. Esto conllevo a la aparición
de propuestas populistas cuyo mayor exponente fue Adolf Hitler a través del
partido Nacional Socialista, un nuevo líder que creó un sentimiento
nacionalista de unificación a través de promesas de fácil convicción - dejar de
pagar las sanciones impuestas, aspiraciones expansionistas, asegurar un
crecimiento económico etc. -. Pues el país se estaba desintegrando y que
‘’mejor’’ forma de unificarlo que con un plan de reformas inviable pero capaz
de convencer a la población. Este tipo de política se sigue utilizando de forma
frecuente en nuestros días; debido a la gran crisis de nivel mundial han
surgido grupos políticos que para llegar al poder proponen una serie de
reformas muy convincentes aunque realmente sean irrealizables.
El mismo caso sucede
con los territorios que quieren emanciparse de su nación, pues en diversas
ocasiones aquellos que gobiernan en un territorio que quiere ser independiente,
en vez de mostrar las ventajas o de plantear formas legales de gobierno para
poder realizar una emancipación lícita se dedican a mostrar hechos culturales
del pasado como excusa para una posible liberación de lo que ellos estiman como
nación. Y la confusión se produce cuando se cree que unas líneas imaginarias
hacen ser diferentes a unas personas nacidas en un territorio de las originarias
de otro.
¿Y realmente somos tan
diferentes? ¿Es tan diferente un alemán y un francés? ¿Un catalán y un
castellano? ¿Un escocés y un inglés? La pregunta queda en el aire pues se lleva
más de un siglo intentando encontrarla, lo que no cabe duda es que el
nacionalismo como ideología política no nos deja indiferentes ¿Podrá Europa en
algún momento de la historia salir de esa encrucijada llamada nacionalismo? La
raíz del problema de los nacionalismos en Europa está en las propias naciones y
sería igual de utópico decir una Europa sin ellas que una Europa con naciones
pero sin conflictos territoriales entre ellos.